martes, 6 de noviembre de 2012

Delivery universitario

Todas las noches llego a mi casa cansado de la facultad y termino pidiendo comida a domicilio. A veces, antes de salir de casa pienso en cocinarme algo, pero la verdad es que después me da fiaca. Primero que llegó muy tarde, a las diez y ya no me da ganas de preparar nada, salvo la cama para ir a dormir. Y es tan fácil pedir un delivery que ya ni siquiera existe alguna resistencia para hacerlo. Y no son caros tampoco como para dejar de pedir. Por ejemplo, la comida china sale más o menos lo mismo pedirla que prepararla. Con la milanesa tampoco se hace demasiado negocio si se la tiene que preparar, después cortar las papas (si se pide el clásico con papas fritas) y después feírlas. Lo peor es que la ropa quede impregnada de ese olor a grasa que despide la sarten. Y después uno parece una milanesa andante, con olor a fritanga por todas partes. Una sartén itinerante. Boogie el aceitoso. Qué buena película, hablando de todo un poco. En tres dé, o 3D, como el buen lector prefiera. Es que por ejemplo en España no se escribe “CD-ROM”, se escribe la palabra resemantizada, cederrón. Gracioso, muy cómico. Una cosa es traducir el significado, por ejemplo decirle al mouse ratón. Y otra cosa muy distinta es argentinizar la palabra. Como el parquét, el Jip Jop o la Sevená. Y la Pecsi, el clásico, con una buena picsa. Nada mejor que eso, es la combinación perfecta, el complemento ideal, la picsa con pecsi. O puede ser con Sevená, según se prefiera. El menú también permite almóndiga y de entrada unas fetas de mondiola. Si se pide delivery para llevar, se entrega en un recipiente de tergopol, para que no se deshaga. Y una calcamonía del negocio, para que la dirección y el teléfono estén siempre a mano.